Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 150 A. C.
Fin: Año 350

Antecedente:
El arte funerario hispanorromano

(C) Lorenzo Abad Casal



Comentario

Emparentados también con los monumentos turriformes se encuentran aquellos que tienen apariencia de templo; esta semejanza puede limitarse a la fachada principal, pero también puede extenderse al resto del edificio, llegando a configurar un verdadero templo en cuanto a la forma, aunque su finalidad sea básicamente funeraria. El ejemplo más característico de este tipo de templos-tumbas es en la Península Ibérica el llamado Mausoleo de Fabara, en la provincia de Zaragoza. Se trata de un edificio de planta casi cuadrada, que reproduce un templo próstilo, tetrástilo y seudoperíptero, de orden toscano; la cámara funeraria, abovedada, se abre en el podio y se comunica con la cámara principal, también abovedada. En el frontón se conservan aún huellas de la inscripción que indica que el edificio estuvo dedicado a Lucius Aemilius Lupus.
A un monumento naomorfo profusamente decorado debieron corresponder en su momento los escasos restos de Sádaba (Zaragoza). Lo que se conserva es sólo una pared compuesta por un zócalo y una parte media dividida por varias pilastras ricamente decoradas, que aíslan varios paneles decorados a su vez con guirnaldas y arcos y que figuran servir de soporte al entablamento; todo ello se coronaba con tres frontones, simulando que cada uno de ellos descansa en dos de las pilastras, quedando un vano desprovisto de frontón entre ellas. En el friso se conservan aún vestigios de la inscripción que permite adscribir este monumento a la familia de los Atilios.

Similar debió ser un monumento de Sagunto dedicado a los Sergios, un edificio conocido por los dibujos y la descripción de un viajero italiano, Michelangelo Accursio, quien visitó el monumento en el año 1526. Se trataba de un edificio rectangular, cuyas dos fachadas mayores tenían seis pilastras sobre las que volteaban cinco arcos, delimitando unas a modo de edículas en las que estaban colocadas las inscripciones de los Sergii que han dado nombre al monumento, algunas de las cuales aún se conservan; una de las fachadas menores -posiblemente la trasera, porque carece de ingreso- tenía cuatro pilastras también estriadas y carecía de pilastras de esquina. Por comparación con otros edificios conocidos, en concreto con los de Sádaba y Chiprana, J. L. Jiménez ha propuesto su reconstrucción como un edificio de planta rectangular, con las fachadas laterales decoradas con pilastras e inscripciones, la posterior maciza y, posiblemente, una entrada porticada a la manera del monumento de Fabara.

En época tardorromana encontramos variantes de estos monumentos naomorfos que incluyen ya los caracteres propios de la época. Así, el monumento de La Alberca, cerca de Murcia, presenta dos naves superpuestas, por encima de una cámara funeraria excavada en la tierra y cubierta con un pavimento de mosaicos, del que se han encontrado algunos restos. El edificio principal era de forma rectangular, terminaba en ábside semicircular y tenía la pared exterior reforzada por contrafuertes. Todo ello lo aleja de los templos de tipo romano y lo acerca más a las construcciones basilicales cristianas, y especialmente a un conjunto de edificios de la costa adriática con el que presentan no pocas similitudes algunos de los edificios hispánicos de este momento.